Las hojas verdes del verano
Historia original yaoi
Sin advertencias, que lo disfruten <3
La primera vez que lo vi estaba de rodillas en el suelo haciendo un dibujo con tiza en un andador del centro histórico, llevaba unos jeans deslavados y una sudadera negra que le lucía muy bien, eso fue lo que me llamó la atención en primer lugar, luego vi el dibujo y francamente me pareció horrible. Me acerqué para verlo mejor, a él, no al dibujo, la gente se aglomeraba detrás de él mientras lo terminaba, al otro extremo no había nadie, cosa extraña, pensé al principio y lo observé desde ahí para no unirme al tumulto. En el dibujo invertido había dos árboles de hojas rosas, larguísimos, pero con los troncos demasiado cortos para las ramas; una cosa amarilla que no pude deducir que era, pero que estaba muy alejada del resto del dibujo y estorbaba más allá del andador, hasta acera y las personas corteses la rodeaban para no pisarla; y un ave blanca, con las alas deformes y un pico grotesco.
Trazó una cruz, que pensé que era una firma y me reí interiormente por que su torpeza combinaba con un dibujo tan sin sentido, entonces me miró directamente, como si hubiera escuchado una burla y me señaló, sus ojos enormes y amarillos como la mancha del suelo me dejaron paralizado, era hermoso de verdad. Se levantó y me hizo una seña para que me acercara, sigo sin saber porqué pero le obedecí de inmediato, me sonrió como si fuéramos amigos y me pidió permiso para tomarme una foto, le dije que sí sin considerarlo, por inercia, iba a tomarme del brazo pero se detuvo para no mancharme el traje de tiza y se disculpó como si lo hubiera hecho, pensé: es todo un caballero y no debe tener más de dieciséis años. Me pidió por favor que me parara sobre la cruz que trazó y que sonriera, ver a toda la gente detrás de él embobada como si miraran a través de una reja en el zoológico me puso nervioso, él sacó una cámara y me retrató.
Me llamó a su lado para enseñarme la foto y en cuanto me quité de la cruz alguien más ocupó mi lugar. Me mostró la foto y hasta entonces pude ver que en su dibujo había más que un simple par de árboles raros, visto desde el ángulo correcto parecía despegarse del pavimento, los árboles se proporcionaban y el ave levantaba vuelo sobre mi cabeza, hacia la mancha amarilla, que era el sol. Pensé: es todo un artista y no debe tener más de dieciséis años.
Me dio las gracias y se dio la vuelta, no lo dejé ir, ya no podía dejarlo ir y aún no imaginaba lo que él significaría en mi vida. Saqué dinero de mi bolsillo y él no lo aceptó, no lo hago por eso, me dijo, entonces le ofrecí un café, lo dudó un momento y para convencerlo le dije que era un agradecimiento y accedió con algo de reserva.
Me presenté, solo con mi nombre, David, y él con sus dos nombres, Moisés Alí, y una elocuente historia sobre ellos; como a su papá le gusta el box quería ponerle Muhammad Alí, pero su mamá no lo dejó y se tuvo que conformar con Moisés Alí. Mientras me lo contaba lo metí en la cafetería de la esquina del andador, no me importó que fuera una cafetería cualquiera, nos sentamos y se disculpó para lavarse las manos, seguí viendo su dibujo a través de la ventana flotar en el aire y a las personas detenerse a admirarlo y sonreír, entonces supe por qué lo hacía.
Él regresó y llegó el café, me fijé en cada cosa que hacía, se hizo el café muy azucarado y muy rápido, se notaba que estaba nervioso, no pude evitarlo e hice como si fuera a tomar el azucarero para poner mi mano sobre la suya y él la retiró. Me atraía mucho y quería tocarlo, le pedí que me enseñara la foto de nuevo para tomar la cámara de sus manos, él me la tendió y yo lo acaricié desde la muñeca hasta los nudillos pero no pareció notarlo, me preguntó: ¿le gusta señor?, yo le dije que los árboles eran rosas, solo por observar algo y él me explicó que eran cerezos en flor, me fascinó que hablara de ellos como si fueran árboles de verdad, vivos en el andador y en plena floración porque es primavera.
Se bebió su café a sorbitos, como esperando que yo probara el mio, cosa que no iba a hacer, hasta que pasó lo inevitable y se terminó el café. Vi venir el final del encuentro, le dije que quería tener la foto, para que él sugiriera el volver a encontrarnos para darme una copia, pero él, más práctico, me pidió mi correo electrónico para enviármela después, sacó una libreta y una pluma de su bolsa de mensajero, todos los gises que llevaba hicieron un sonido peculiar al chocar entre sí que también me encantó.
Se despidió y yo le tendí la mano para volver a tocarlo, me dijo hasta luego señor, y le apreté la mano para no dejarlo ir, le dije que me llamara David, me miró con desconfianza y yo me reí de nervios, le dije que no era tan viejo, que tenía veintiuno, el sonrió y prometió enviarme la foto esa misma tarde, hasta entonces le solté la mano y él salió de la cafetería como una corriente de aire.
Sin advertencias, que lo disfruten <3
La primera vez que lo vi estaba de rodillas en el suelo haciendo un dibujo con tiza en un andador del centro histórico, llevaba unos jeans deslavados y una sudadera negra que le lucía muy bien, eso fue lo que me llamó la atención en primer lugar, luego vi el dibujo y francamente me pareció horrible. Me acerqué para verlo mejor, a él, no al dibujo, la gente se aglomeraba detrás de él mientras lo terminaba, al otro extremo no había nadie, cosa extraña, pensé al principio y lo observé desde ahí para no unirme al tumulto. En el dibujo invertido había dos árboles de hojas rosas, larguísimos, pero con los troncos demasiado cortos para las ramas; una cosa amarilla que no pude deducir que era, pero que estaba muy alejada del resto del dibujo y estorbaba más allá del andador, hasta acera y las personas corteses la rodeaban para no pisarla; y un ave blanca, con las alas deformes y un pico grotesco.
Trazó una cruz, que pensé que era una firma y me reí interiormente por que su torpeza combinaba con un dibujo tan sin sentido, entonces me miró directamente, como si hubiera escuchado una burla y me señaló, sus ojos enormes y amarillos como la mancha del suelo me dejaron paralizado, era hermoso de verdad. Se levantó y me hizo una seña para que me acercara, sigo sin saber porqué pero le obedecí de inmediato, me sonrió como si fuéramos amigos y me pidió permiso para tomarme una foto, le dije que sí sin considerarlo, por inercia, iba a tomarme del brazo pero se detuvo para no mancharme el traje de tiza y se disculpó como si lo hubiera hecho, pensé: es todo un caballero y no debe tener más de dieciséis años. Me pidió por favor que me parara sobre la cruz que trazó y que sonriera, ver a toda la gente detrás de él embobada como si miraran a través de una reja en el zoológico me puso nervioso, él sacó una cámara y me retrató.
Me llamó a su lado para enseñarme la foto y en cuanto me quité de la cruz alguien más ocupó mi lugar. Me mostró la foto y hasta entonces pude ver que en su dibujo había más que un simple par de árboles raros, visto desde el ángulo correcto parecía despegarse del pavimento, los árboles se proporcionaban y el ave levantaba vuelo sobre mi cabeza, hacia la mancha amarilla, que era el sol. Pensé: es todo un artista y no debe tener más de dieciséis años.
Me dio las gracias y se dio la vuelta, no lo dejé ir, ya no podía dejarlo ir y aún no imaginaba lo que él significaría en mi vida. Saqué dinero de mi bolsillo y él no lo aceptó, no lo hago por eso, me dijo, entonces le ofrecí un café, lo dudó un momento y para convencerlo le dije que era un agradecimiento y accedió con algo de reserva.
Me presenté, solo con mi nombre, David, y él con sus dos nombres, Moisés Alí, y una elocuente historia sobre ellos; como a su papá le gusta el box quería ponerle Muhammad Alí, pero su mamá no lo dejó y se tuvo que conformar con Moisés Alí. Mientras me lo contaba lo metí en la cafetería de la esquina del andador, no me importó que fuera una cafetería cualquiera, nos sentamos y se disculpó para lavarse las manos, seguí viendo su dibujo a través de la ventana flotar en el aire y a las personas detenerse a admirarlo y sonreír, entonces supe por qué lo hacía.
Él regresó y llegó el café, me fijé en cada cosa que hacía, se hizo el café muy azucarado y muy rápido, se notaba que estaba nervioso, no pude evitarlo e hice como si fuera a tomar el azucarero para poner mi mano sobre la suya y él la retiró. Me atraía mucho y quería tocarlo, le pedí que me enseñara la foto de nuevo para tomar la cámara de sus manos, él me la tendió y yo lo acaricié desde la muñeca hasta los nudillos pero no pareció notarlo, me preguntó: ¿le gusta señor?, yo le dije que los árboles eran rosas, solo por observar algo y él me explicó que eran cerezos en flor, me fascinó que hablara de ellos como si fueran árboles de verdad, vivos en el andador y en plena floración porque es primavera.
Se bebió su café a sorbitos, como esperando que yo probara el mio, cosa que no iba a hacer, hasta que pasó lo inevitable y se terminó el café. Vi venir el final del encuentro, le dije que quería tener la foto, para que él sugiriera el volver a encontrarnos para darme una copia, pero él, más práctico, me pidió mi correo electrónico para enviármela después, sacó una libreta y una pluma de su bolsa de mensajero, todos los gises que llevaba hicieron un sonido peculiar al chocar entre sí que también me encantó.
Se despidió y yo le tendí la mano para volver a tocarlo, me dijo hasta luego señor, y le apreté la mano para no dejarlo ir, le dije que me llamara David, me miró con desconfianza y yo me reí de nervios, le dije que no era tan viejo, que tenía veintiuno, el sonrió y prometió enviarme la foto esa misma tarde, hasta entonces le solté la mano y él salió de la cafetería como una corriente de aire.
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