Sólo es un rumor III

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Fandom: Steel Ball Run - Jojo's Bizarre Adventure
Pairing: Diego x Johnny, Johnny x Gyro (unilateralmente)
Esta historia tiene situaciones violentas explícitas; menciona temas como la anorexia y el autodesprecio, y tendrá lemon en el futuro, aunque no en esta parte, cuando vaya a ser así les avisaré primero. Que lo disfruten <3


H.P. solía despertar a Johnny repitiendo su nombre hasta que abría los ojos, era como el sustituto de una alarma pero más molesto; de todas formas Johnny estaba tan habituado que cuando sintió una mano cerrarse sobre la suya se asustó como si el contacto lo hubiera quemado. Despertó de inmediato y lo que vio no fue más agradable que una quemadura, se sentía siempre igual; cuando las personas lo miraban con la lástima con la que se miran las cosas deleznables, no como se miraba a un enfermo o a un moribundo, sino como se suele mirar a un florero roto o a un charco de leche derramada. Johnny pensaba que esa mirada se acercaba más bien al asco que a la piedad.

De todas formas él nunca había sido bueno gestionando sus emociones, o demostrándolas.

—Diego… —él estrechó su mano con más fuerza, Johnny casi pudo sentir como si su mirada también se hubiera cerrado en torno a él, aplastándolo.

—Lo siento, le dije que estabas durmiendo y no le importó… —H.P. estaba detrás de Diego, como a la defensiva, parecía lista para levantarlo y arrojarlo fuera de la habitación.

—Está bien, cierra la puerta —Johnny quiso decir que cerrara la puerta después salir, pero H.P. se quedó con ellos.

Johnny se sintió enfermo, la nueva actitud preocupada de H.P. le gustaba aún menos, no sabía si era que no terminaba de creerse que se interesara por él, o si ella pensaba que Gyro había estado haciéndole daño sin que lo notara y terminaría siendo responsable por eso. Johnny se preguntó cómo habría reaccionado H.P. si hubiera visto lo que pasó el día anterior.

Gyro había cumplido con su palabra y regresó a la mañana siguiente, a H.P. le dijo que debía terminar su terapia con Johnny, pero igual que el día anterior, se fue a los minutos y sin decir una palabra. A decir verdad, a ella no le hubiera importado nada si no se hubiera dado cuenta después de los moretones en los brazos de Johnny, ella misma decidió que no iba a volver a dejarlo solo, ni con Gyro ni con nadie.

Gyro sabía que no podía seguir viendo a Johnny, pero al menos, había planeado, que podía ir a disculparse con él, y a decirle que lo que pasó no sería un obstáculo para que él siguiera teniendo su terapia con alguien más. Sabía que no iba a ser fácil volver a verlo, y tener que disculparse por reaccionar así, y decirle que se olvidara de lo que sea que hubiera estado pensando el día anterior, aunque le rompiera el corazón; pero no resultó como quería, ni esperaba que fuera Johnny quien le pidiera disculpas, y quien terminara rompiéndole el corazón a él.

Nunca antes le había pasado que uno de sus pacientes lo metiera en una situación así, ni tampoco esperaba que Johnny lo hiciera, claro que Gyro también tenía sentimientos por él, pero no eran sentimientos románticos, tal vez era solo un poco de amistad o de empatía, pero sin duda era mucho más de lo que le había dado nunca al resto de sus pacientes; que eventualmente mejoraban o se recuperaban, pero Johnny no lo hacía, apenas hacía progresos, apenas se movía, y apenas hablaba con alguien más. Tenía que admitir que tal vez echó a perder un poco su relación desde el principio, y quizás que también lo malcrió al darle más atención de la que debía, pero también se sentía culpable por no poder hacer nada más por él que recomendarle a su padre que lo llevara a hablar con alguien más, alguien que le ayudara a sanar sus emociones también.

Pero Gyro también sabía que, a diferencia de todos los otros pacientes que había tenido, nadie se interesaba realmente por Johnny, tal vez ni siquiera él lo hacía; solo esperaba el momento en el que pudiera darlo de alta, y trataba de darle ánimo para que ese momento fuera lo más pronto posible, por su propio bien, y para que pudiera tener una vida más normal. No tenía la intención de que Johnny acabara flechado por él.

No quería pasar por el trago amargo de tener que volver a hablar con Johnny, ni hubiera tenido que hacerlo antes de renunciar, pero había sido muy injusto, por decir lo menos; sabía que había sido cruel con él, y que solo había actuado así porque Johnny era un hombre también. Si hubiera sido una chica, tal vez, la hubiera rechazado de la forma más educada que pudiera, y hubiera dejado de lado su caso sin que las cosas llegaran a más; pero no dejaba de arrepentirse de no haber hecho eso con Johnny, en ese momento, no pudo evitar verlo simplemente como otro hombre tratando de tener una ventaja sobre él. No se detuvo a pensar en las consecuencias que tendría haberlo maltratado, pero se alegraba de no haber hecho mucho más, no hubiera podido estar bien consigo mismo si hubiera herido más a Johnny, su paciente más vulnerable, que sólo podía confiar en él, y que al parecer también sentía otro tipo de cosas por él.

Estuvo pensando durante horas en todo lo que le diría a Johnny para que se olvidara de eso; que él aún era sólo un adolescente, y que sólo estaba confundido porque se había acostumbrado su compañía y a sus atenciones; pero que si llegaba a conocerlo realmente no le gustaría, que si se reuniera con sus amigos, o intentara hablar con alguien más, no se sentiría de esa forma.

Pero a Johnny tampoco le había pasado antes estar metido en una situación como esa; el sentir amor por alguien, por las circunstancias que fueran. Aunque había podido divertirse y pasar el tiempo con muchas mujeres, e incluso con Diego, nunca había tenido una pareja como tal, y tanto menos había pasado por estar enamorado, ni se había preocupado por eso. Tenía una vaga seguridad de que como era joven, y hermoso, y rico, siempre conseguiría fácilmente lo que él quería, no importando si eso era algo material u otra persona; la idea de tener a alguien con quien compartir su vida y por quien sentir amor solo había anidado en su cabeza al conocer a Gyro. Ya que había quedado anulado en todo lo que se apoyaba para formar su seguridad y su personalidad, de pronto la idea de que alguien lo amara incondicionalmente ya no le parecía tan comprometedora y detestable. Y quién mejor que Gyro, que siempre era tan dulce y solo tenía palabras amables para él, y siempre le decía que no importaba cuál fuera su nueva condición, siempre seguiría siendo el mismo Johnny de siempre.

Pero lo único peor que jamás volver a ver a Gyro había sido tener que verlo una última vez, y tener que soportar que le dijera todas esas razones por las que no era correcto que hubiera puesto sus ojos en él. Gyro había tratado de darle un poco de esperanza, tal vez hacerlo ver que después conocería a alguien más, pero Johnny no lo tomó tan bien; quizás si siguiera siendo un atleta cotizado Gyro lo vería diferente, pero la verdad era que no era más todo de lo que alguna vez estuvo orgulloso, había quedado reducido a ser un poco más que un montón de huesos que ya no funcionan bien y que solo dan molestias, ya no era más un hombre joven, ni un campeón, y quizás tampoco un heredero; solo era un adolescente paralítico que estaba confundido.

Se preguntó si antes, cuando su otro yo aún vivía, se hubiera fijado en Gyro para empezar, y si él le hubiera correspondido. Pero no valía tanto la pena pensar en eso, porque él solo solía fijarse en las personas igual de frívolas que él, como Diego, y porque aunque en esas circunstancias Gyro también se hubiera enamorado de él, era algo que en la realidad jamás iba a suceder, e imaginarlo posible era demasiado doloroso.

Antes de que Gyro siguiera con la parte en la que le decía que ya no podía seguir siendo su paciente, Johnny le tomó la delantera:

—Ya no vas a volver, ¿verdad?

Gyro puso una rodilla en el suelo para estar a su altura, Johnny no se había atrevido a levantar la cabeza para verlo a la cara desde que llegó, entonces se había puesto él solo en el papel de la mascota que sabe que hizo mal y acepta que la castiguen.

—Ya no puedo volver, por más que quiera —en realidad no quería, pero decírselo a Johnny no haría las cosas mejores—, pero puedo recomendarte a alguien para que sigas con la terapia, alguien mejor que yo.

—De verdad siento mucho lo que hice, yo sé que tú eres normal…

—Johnny, tú también eres normal —no sabía si Johnny se refería al hecho de que era bisexual, o de que la lesión lo había dejado parapléjico. Desde que habían empezado a hablar no había hecho otra cosa que llorar y disculparse, pero aún así Gyro no lo iba a dejar que intentara disuadirlo de que viera a otro terapeuta en su lugar—, esto no es tu culpa, no puedo seguir siendo tu terapeuta porque te lastimé. —Gyro buscó la mirada de Johnny, pero él parecía encogerse sobre sí mismo, no necesitaba que levantara los ojos para ver en ellos el cansancio del llanto y de la falta de sueño, y más todavía, el dolor de la humillación—, yo soy el que debería disculparse, no debí de hacerte daño. Por favor, perdóname, no debí de haber reaccionado así.

Johnny lo miró a los ojos por última vez, sabía que sería la última con la misma tranquilidad devastadora con la que supo que su vida aún podría arruinarse cada vez más, como si las cosas no pudieran estar lo bastante mal como para no ponerse peor. Trató de grabar su rostro en su memoria, como también estaba seguro de que no tendría el valor de ver su fotografía en la pantalla de su celular después, quizás por un muy largo tiempo, trató de retener lo más que pudiera de su cabello largo y castaño como la paja, y de sus ojos verdes y redondos, pero de sus labios no, porque no estaba sonriendo.

—Perdóname tú a mi. —Gyro sintió la mirada de Johnny llegar muy dentro de su corazón. En realidad, pensó, no sabía si estaba pidiéndole disculpas por sentir amor por él, o por desearlo; no sabía ni siquiera lo que había estado buscando el día anterior, tal vez solo un abrazo, o un beso—, ¿puedo pedirte un último favor?

Gyro sintió un dolor genuino por él, sabía que no debía de involucrarse tanto con sus pacientes, pero no podía dejar de lamentar que a partir de entonces ya no podría hacer nada para ayudar a Johnny, al menos no directamente. No sabía qué era lo que él estaba pensando aún en pedirle, pero sintió que no podía negarse, como si con eso pudiera compensar el haberlo maltratado y querer apartarse de él para siempre, para entonces no le hubiera importado que Johnny le pidiera el abrazo que quería el día anterior, o tal vez un beso, no le hubiera importado darle un beso en la mejilla o en la frente.

—Está bien.

—¿Podrías darme de alta?

Gyro casi hubiera preferido que le pidiera algo más personal. Siempre había pensado que solo podía ayudar a las personas que quieren ser ayudadas, pero no quería dejar a Johnny libre para que pudiera abandonarse a la deriva, su mirada de resignación lo hacía parecer listo para terminar de hundirse en la miseria.

Wow, te ves como la mierda —la voz de Diego sonó tan extrañamente familiar que Johnny sintió como si lo hubiera sacado de un letargo más profundo que el sueño— luces como si no hubieras dormido en veinte años.

—Dormir es lo que estaba tratando de hacer.

Diego seguía asiendo su mano con tanta firmeza que Johnny no se atrevía a moverse. Tampoco podía interpretar la expresión de su rostro, Diego no era una persona amable, como para sentir lástima por él, pero aún así lo miraba como si recién hubiera descubierto la piedad, por primera vez veía como las palabras ácidas que siempre salían de su boca no iban bien con su actitud.

—Lo sé —Diego lo dijo en un tono que lo descolocó aún más, como si entre ellos fuera un secreto delicioso que Johnny no había dormido bien porque estuvieron hablando en la madrugada.

—¿De qué querías hablar?

—Quería saber como estabas —Diego hizo un gesto con el hombro, como señalando que no podía decirlo con H.P. en la habitación.

—Pues ya ves que me veo como la mierda.

Las palabras le salieron en un tono más cómico que el que quería, y Diego se rió como si fuera un chiste, con esa risa tan grave y tan profunda que solo él podía modular. Pero al menos se movió de la cama y al fin soltó la mano de Johnny, recorrió la habitación con la mirada y se detuvo a examinar con cuidado la camilla y otro poco la silla de ruedas, y un tanto más a H.P., como si fuera parte del equipo médico.

—Esto parece un cuarto de hospital, ¿qué le pasó a tu habitación anterior?

—Ya no puedo subir escaleras.

Diego solo había estado un par de veces antes en su casa, pero Johnny pensó que no podía ser tan tonto como para no recordar que su dormitorio anterior estaba en el segundo piso. Pero no era solamente la habitación blanca con una camilla en la primera planta, no había nada en ese lugar que dijera que ahora Johnny vivía ahí, y que ahí pasaba todo su tiempo, las paredes y los muebles estaban tan vacíos de cosas personales y de adornos como los de las habitación donde se había recuperado en el hospital. Y Diego recordaba bastante bien la habitación anterior, mucho mejor de lo que debería, junto con cada detalle de lo que había pasado ahí; sobre todo, solía recordar con frecuencia las grandes ventanas abiertas, las cortinas púrpura, y cómo se recortaba la luz de la mañana en la figura de Johnny cuando se levantaba a cerrarlas.

Tal vez Johnny había perdido más que la capacidad de levantarse, ahí acostado lucía como si también hubiera perdido su figura, y como si en esa habitación blanca no entrara jamás la luz de la mañana. Diego se mordió los labios para evitar decir algo peor, no había planeado lo que le diría a Johnny cuando lo viera, había pensado que con mencionar a Fanny Valentine sería suficiente como para darle a entender que ya sabía que no era cierto el rumor de que el juez Valentine le había disparado porque lo encontró con su hija de quince años.

Fanny Valentine le había dicho a Diego que esa noche Johnny solo la había acompañado a la puerta de su casa, y era verdad, pero no le había dicho que había visto el tiroteo, ni quién les disparó, ni porqué; eso no le interesaba a Diego de todas maneras, para él era suficiente saber que Johnny no lo había engañado con una niña gorda. Y pensaba que para Johnny sería suficiente saber que Diego ya se había enterado de la verdad, que no lo había engañado, y que ya no había razón para estar distanciados.

—Este sitio es horrible, vamos a otro lugar.

—¿A qué otro lugar quieres ir?

—¿Aún tienes caballos aquí?, ¿porqué nunca me los has mostrado?

Las veces anteriores que Diego estuvo en su casa su padre no lo había tomado tan bien, Johnny había pensado que quizás era porque Diego trabajaba para otra cuadra o porque, según decían, era tan perverso como para envenenar el agua de los caballos o incendiar la casa de un rival, aunque después se enteraría de que su padre tenía otras razones; él siempre le había hecho pagar por llevar a Diego a la casa quitándole su dinero para divertirse o las llaves de su coche, y como en ese entonces era un precio demasiado alto para él, siempre había preferido ir a la casa de Diego.

Pero igual que él antes de recibir el disparo, Diego estaba acostumbrado a conseguir siempre lo que quería, y ese día que ya había logrado colarse hasta su habitación, también conseguiría hacer que se vistiera para salir de la cama, y llevarlo hacia la parte trasera de la casa donde, en efecto, había un establo con unos pocos caballos que no eran utilizados para las carreras.

H.P. también los acompañó, sin embargo se mantuvo a una distancia bastante respetuosa como para dejarlos hablar en privado, caminando detrás de ellos. Diego al fin se había callado, Johnny podía notar que estaba agitado, y la dificultad con la que empujaba su silla por el terreno irregular, el pasto fresco se aplastaba como una alfombra debajo las ruedas y el calor de Abril se sentía suave, como una manta sobre sus hombros. Al principio le pareció que ir a dar vueltas por el jardín era una idea estúpida, pero tenía que admitir que no se sentía tan mal, no recordaba con exactitud cuál había sido la última vez que salió, pero estar de nuevo ahí lo hizo dejar de pensar en Gyro por un momento.

Diego finalmente se detuvo cerca del corral y señaló con el dedo un AraAppaloosa* blanco con pecas negras que pacía más cerca de ellos.

—¿Cuál es el nombre de ese caballo? —Diego le preguntó.

—Creo que su nombre es Slow Dancer.

—¿Lo crees?

—Es un caballo viejo, que ya no corre más —Johnny se encogió de hombros, como justificando que no estuviera tan familiarizado con ese animal en particular.

—Como te odio Johnny, si yo pudiera pasaría aquí todo el día con ellos.

—Yo no lo hacía ni cuando podía caminar.

Su mirada se reunió con la de Diego por un momento, pero él no dijo nada más y se alejó caminando hacia donde estaba el caballo. Johnny miró sobre su hombro buscando a H.P., ella se había quedado muy atrás, sentada bajo la sombra de un árbol, apenas la había encontrado cuando volvió a escuchar la voz de Diego llamando a uno de los mozos que estaban en el establo.

—¡Oye tú, quiero montar ese caballo!


*Yo sé que en el manga Slow Dancer es un Appaloosa, pero yo quiero que sea un AraAppaloosa porque yolo.

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